Parece obvio, pero no lo es. Y a menudo aumenta el estrés de un referente por este tema ya que en el mundo laboral abundan las quejas: sobre el jefe, los procesos, los plazos, los bonos, el sueldo, las instalaciones, etc. El clima se caldea y todo el equipo se incomoda. El tema es que una queja no es un pedido y si el referente responde como si lo fuera, solo refuerza el hábito de quejarse sumando a su lista un nuevo ticket para completar.
Un liderazgo inteligente podría ser pensar: “¿Qué es lo que realmente me están pidiendo? ¿Es posible para mí resolverlo? ¿Me corresponde hacerlo, o en manos de quién está?”. A veces, solo se trata de escuchar e intervenir con una pregunta que transforme la queja (improductiva) en un pedido concreto, bien formulado, que responsabiliza a quien lo realiza y abre puertas hacia la posibilidad de acción. La queja no mueve nada, el pedido sí.